El reino vegetal es mucho más sensible e interactivo de lo que podría
sospecharse. Decenas de estudios han demostrado que, aunque carecen de órganos
sensoriales como los que disfrutamos los animales, las plantas son también
capaces de ver, oler, oír, comunicarse con sus congéneres y reaccionar ante las
amenazas, sobre todo, de patógenos.
Algunos investigadores, como el botánico
italiano Stefano Mancuso, profesor de la Universidad de Florencia y autor del
libro El futuro es vegetal, llegan a atribuirles inteligencia, aunque no todos
sus colegas están de acuerdo.
Como quiera que la definamos, la facultad de captar la realidad y las
modificaciones del entorno se basa en unas membranas proteínicas que actúan
como sensores y que hasta ahora no habían sido estudiadas con profundidad. Un
grupo internacional de científicos acaba de llenar esa laguna confeccionando un
mapa detallado de las relaciones bioquímicas entre 200 de esas proteínas, publicado
en la revista Nature.
No se debe subestimar la importancia de este trabajo, ya que, como ha
explicado uno de sus autores, Shahid Muktar, de la Universidad de Alabama en
Birmingham (Estados Unidos), será una herramienta que permita desarrollar
nuevos métodos para "incrementar la resistencia de las plantas a
situaciones de estrés como calor, sequía, heladas, salinidad o el ataque de
microbios nocivos".
Los expertos se han centrado en la familia más importante de estas
sensitivas proteínas: los receptores de tirosina quinasa de repetición rica en
leucina (LRR, por sus siglas en inglés). Extendidas fuera de las membranas
celulares, estas enzimas receptoras están especializadas en reconocer señales
químicas –como fragmentos de proteína pertenecientes a patógenos– e iniciar
después los mecanismos de defensa en el interior de las células de las plantas.
Los generales del ejército
La especie investigada en los laboratorios –la Arabidopsis thaliana–
contiene 600 tipos diferentes de esta enzima (o sea, 50 veces más que el ser
humano), y son cruciales para su crecimiento, inmunidad y la reacción a
situaciones críticas, aunque se sabía poco de su funcionamiento coordinado. Los
expertos analizaron 400 territorios extracelulares donde actúan dichos
receptores y realizaron 40.000 tests de interacción entre ellos. Luego, el mapa
así obtenido fue puesto a prueba con algoritmos que generaban diversas
hipótesis.
Todo este arsenal de datos cruzados ha demostrado la importancia de la
labor conjunta de los receptores de tirosina quinasa LRR para la supervivencia
de las plantas y, sobre todo, en su protección frente a los patógenos. En el
detalle de la investigación destaca el descubrimiento de receptores de tirosina
quinasa fundamentales en la coordinación de la red proteínica de alerta,
esècialmente uno bautizado por los expertos como APEX. Cuando este último era
eliminado, la planta sufría serias disfunciones tanto en su desarrollo como en
la respuesta inmune a los microbios, aunque dichas reacciones fueran orquestadas
por enzimas muy apartadas de la esfera de influencia de las APEX. Es decir,
serían una especie de “generales” bioquímicos en la guerra contra los enemigos
del exterior.
PUBLICADO EL 22-01-2017