(*) Una periodista y una actriz juzgaron al
brillante y esperado desfile militar del sábado con asombrosa ligereza y muy
fuera de contexto. Porque sus palabras nada tienen que ver con la realidad...
"Cosas veredes, Sancho, que non crederes"
(Don Quijote de La Mancha).
De sopetón, tranquilo, correteando por los medios,
me encuentro con dos tuits "por lo menos sorprendentes", como suelen
decir algunos analistas políticos para suavizar un exabrupto, aunque fuera
justo.
Voy al punto. Una periodista de nombre Julia
Mengolini escribió: "No sé ustedes, pero a mí los aviones de combate
sobrevolando la ciudad me da muy 55. Escalofríos".
A continuación, y mientras me recobro del impacto,
leo con la firma de la actriz Griselda Siciliani un mensaje de profundidad sin
igual: "Todo bien con las tradiciones pero esto no lo entiendo… Militares
marchando¿? (los signos, sic…).
En la película Wall Street, Martin Sheen le dice a
su hijo: "Uno cree que ha vivido lo suficiente para verlo todo, pero se
equivoca".
Debo ser justo. Comprendo el horror de la señora
Mengolini. Ignoro su edad, pero sospecho que el vuelo de aviones de combate en
un desfile y la evocación del bombardeo en Plaza de Mayo el 16 de junio de
1955, hace casi 62 años, deben estar conectados por una vivencia muy clavada en
sus ojos y en su alma…
Pero (ah, el implacable almanaque) la señora
Mengolini nació… en mayo de 1982.
No soy muy fuerte en matemática, pero en aquel
infausto día no solo no había nacido: le faltaban para su llegada al mundo casi
tres decadas…
Piadoso, le doy la derecha. Leyó o le contaron qué
pasó ese día, cuántos muertos hubo, etcétera.
Pero me pregunto, y perdón por mi ignorancia, como
solía decir Borges, ¿qué demonios tiene que ver ese 16 de junio con los aviones
que (le aclaro, señora) en un desfile no llevan bombas ni metralla…?
Es, como me decía, en el secundario, un profesor de
Historia: "No mezclemos porotos con camisetas".
Mi abuela, una campesina inmigrante aragonesa,
acostumbraba a criticar a mi abuelo, protestón impenitente, con una frase muy
sabia: "Hablar por no callar…".
Pero más allá de que ni en sueños pienso tomar en
serio semejante analogía, quiero, serio, recordarle el heroísmo hasta más allá
del deber y a costa de su vida de los pilotos argentinos que combatieron en
Malvinas. Respeto, por favor, señora.
En cuanto al breve tuit de Siciliani, no comprendo
su intención, ya que incluye una flagrante contradicción: "todo bien con
las tradiciones, pero militares marchando".
En realidad, he visto mucha historia, mucho país y
mucho mundo como para detenerme en ciertas aclaraciones… Pero, ¡ay!, no puedo
con mi genio.
Mi padre, que era un modesto y esforzado trabajador
que nada le debía a la patria, sino al contrario, me llevaba con unción a los
desfiles militares, montado en sus hombros, y más de una vez, con orgullo,
desfiló con traje y birrete como soldado reservista.
Perdón, señoras Mengolini y Siciliani. He
pronunciado la palabra Patria, y acaso para ustedes sea un pecado. Como bien se
sabe, ningún progre que se precie de adherir a tan vago concepto puede soportar
semejante antigualla: ¡Patria!
Pero me atrevo a comunicarles por esta única vía
que esta Patria, la de ustedes, la forjaron valientes civiles y bravíos
militares (ya sé que ustedes prefieren el despectivo "milicos").
Les recuerdo algunos nombres, porque las noto algo
flojas en historia:
José de San Martín cruzando los Andes y libertando
a media América. Manuel Belgrano batiéndose en el remoto y áspero norte contra
la tropa española. Martín Miguel de Güemes aguantando a esa misma tropa con su
puñado de guerrilleros mal vestidos y mal armados, y los ríos de sangre que corrieron
para que todos nosostros -y también ustedes, señoras- vivan en un lugar llamado
República Argentina.
La historia de cualquier país es larga y no carece
de épocas sombrías y aun nefastas. Pero es peligroso, como dicen los sajones,
tirar el agua del baño junto con el bebé.
Por las dudas y sin prejuicio: si prefieren otro
mundo más bello, y más justo, y más progre, les recomiendo la Venezuela
chavista de Maduro o la Cuba de Raúl Castro.
¿Por qué no prueban?
Post scriptum
Las redes, los tuits, etcétera, son muy útiles,
hasta que dejan (Perogrullo) de serlo. Y como la carrera es libre, hasta un
mono con navaja puede opinar. (*) Por Alfredo Serra - Especial para Infobae
PUBLICADO EL
29-05-2017
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