La expresidenta está furiosa con el faltazo de los
jefes comunales al mitín que organizó Máximo Kirchner en San Telmo. Ahora va
por la venganza.
Cristina Kirchner está furiosa con los intendentes
peronistas que dejaron pagando a su hijo Máximo en la cumbre kirchnerista en
San Telmo, en una clara muestra de la falta de liderazgo que tiene el ahora
diputado nacional. No era para menos, Cristina había dado la bendición para que
tronara el escarmiento sobre los jefes comunales rebeldes que la quieren fuera
de competencia en las elecciones legislativas de octubre.
Pero cuando los intendentes se enteraron de que en
la cumbre de San Telmo los esperaban, entre los principales referentes de La
Cámpora, el piquetero Luis D’Elía, el procesado Amado Boudou y hasta un enemigo
declarado de muchos intendente, Martín Sabbatella, estalló la rebeldía.
Curiosidades del destino. Ninguno tiene origen peronista. Uno demócrata
cristiano, el otro ucedeista y el tercero comunista.
Se les podrá decir muchas cosas a los intendentes
del PJ, pero si hay algo que no hacen es comer vidrio. Para ellos, estar
aliados con Los Tres Mosqueteros (D’Elìa, Boudou y Sabbatella), es una frontera
que no están dispuestos a pasar. Saben del rechazo que esos nombres, sumados a
otros de La Cámpora, generan en importantes sectores de la sociedad. Donde
están los votos que quieren captar para ganarle a Cambiemos en la provincia de
Buenos Aires.
Pero esos intendentes del Grupo Esmeralda y Fénix
no estaban solos en la resistencia a los “indeseables”, como ellos mismos los
calificaron. Había también un puñado de legisladores nacionales y provinciales
que comparten la idea de renovar al peronismo. Sólo se quedaron los
ultracristinistas Verónica Magario (La Matanza), Jorge Ferraresi (Avellaneda),
Mario Secco (Ensenada) y Francisco Durañona (Areco). La división ya era un
hecho. El daño lo habían causado. Sin quererlo o no, le dieron mayor oxígeno a
las aspiraciones de Florencio Randazzo para vencer al kirchnerismo, y, sobre
todo, habían desafiado a Cristina.
Con este papelón sobre las espaldas de Máximo,
Cristina va por la venganza. Y de eso sabe mucho. Decidió que desfilen frente a
su figura, en el departamento de Recoleta o en el instituto Patria, los intendentes
bonaerenses del PJ para saber con quién puede contar. Y ahí no hay vuelta
atrás. “O firman su lealtad incondicional o es preferible que no vayan”,
confesó un ladero de la expresidenta. Por lo pronto, ya estuvieron con ella dos
que se ofrecieron para marcar el camino a los restantes, Ferraresi y Secco.
Del lado de Randazzo, hay tres incondicionales que
la reman para juntar voluntades entre los intendentes para que jueguen con el
exministro del Interior. Se trata de Juanchi Zabaleta (Hurlingham), Gabriel
Katopodis (San Martín) y Eduardo “Bali” Bucca (Bolívar).
En el medio, están a la espera de la decisión de
Cristina los que se denominan Grupo Esmeralda como Martín Insaurralde (Lomas de
Zamora), Fernando Gray (Esteban Echeverría), Mariano Cascallares (Almirante
Brown) y Juan Pablo de Jesús (partido de la Costa).
Mientras tanto, el que no la pasa nada bien es el
titular del PJ bonaerense, Fernando Espinoza, que no puede evitar la rebelión
en la granja, a pesar del poder que tiene su distrito, encabezado por su aliada
Magario.
Pero hay algo más. Algo que une a los rebeldes con
los opositores. Y no sólo es el espanto que les ocasiona los D‘Elía, los Boudou
y los Sabbatella. Se trata de la conformación de las listas. Cristina ya les
hizo saber que quiere poner por lo menos ocho de los primeros doce lugares de
la lista de diputados nacionales, con gente del kirchnerismo más duro. Léase La
Cámpora o sus aliados. Y digitar la mayoría de los legisladores provinciales.
Además, dejará a sus “chicos” de La Cámpora que participen en el armado de
listas en los municipios.
Todo esto suena un despropósito para muchos
intendentes y referentes del peronismo bonaerense. Consideran que ni Cristina
ni el kirchnerismo más duro tomaron real conciencia del rechazo que generan en
importantes sectores de la principal provincia del país. Y que, si llegasen a
pasar la interna, les podría esperar otra dura derrota frente a Cambiemos, que
se alineará detrás de la gobernadora María Eugenia Vidal.
Frente a este panorama, Randazzo sigue jugando a
las escondidas a pesar de que ya dio suficientes señales de que irá a la
interna, con Cristina, con Daniel Scioli (metido en un escándalo de su vida
privada) o Magario. Pero los intendentes quieren saber con qué fuerzas contará
realmente Randazzo a la hora de entrar al ring. Porque no hay cosa que más les
preocupe a los intendentes bonaerenses que conservar su poderío, su territorio
y, sobre todo, su Consejo Deliberante. Y para alcanzar esa meta están dispuestos
a todo.
PUBLICADO EL
20-05-2017
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