Distribuyó un documento en los templos en el cual
criticó los manejos de la Corte Suprema como "reprobables" y califica
de "justos" los reclamos al gobierno. Hoy seguirán las protestas.
El Episcopado venezolano distribuyó en las misas de
este domingo un documento en el cual plantea la validez de la desobediencia
civil y las marchas contra el gobierno. “Es hora de preguntarse muy seria y
responsablemente si no son válidas y oportunas la desobediencia civil, las
manifestaciones pacíficas, los justos reclamos a los poderes públicos
nacionales y/o internacionales y las protestas cívicas”.
Es una de las últimas frases de la carta que el
sacerdote de la iglesia caraqueña de La Candelaria leyó ayer al final de la
misa de 9. La nota que leía venía con el sello de la Conferencia Episcopal y la
firma de los cardenales venezolanos Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas y
Baltazar E. Porras, arzobispo de Merida, quienes la distribuyeron antes por las
redes sociales.
Cuando terminó de leer el inequívoco mensaje de la
Iglesia venezolana, muchos de los fieles estallaron en un aplauso. Otros se
quedaron en silencio esperando la bendición o tal vez reflexionando, como pedía
la propia Conferencia Episcopal al principio de la carta, sobre “los
acontecimientos de los últimos días, la reunión de la OEA y las decisiones del
TSJ (Tribunal Superior de Justicia-Corte Suprema)”.
Las decisiones del TSJ a las que se refiere la
carta son el fallo del jueves que invalidó al Parlamento y se atribuyó poderes
legislativos; y la marcha atrás del régimen el sábado, que devolvió a los
diputados la potestad de hacer las leyes.
El primer fallo hizo que la OEA y los diputados
opositores de la Mesa de Unidad Democrática acusaran de “auto-golpe” al
gobierno de Nicolás Maduro, que controla a los magistrados pero no a la
Asamblea Nacional (Parlamento), donde la oposición tiene mayoría desde
diciembre de 2015. Para esos legisladores y para la Iglesia venezolana, el
retroceso posterior prueba de que el poder ejecutivo manda sobre el judicial.
“Son decisiones moralmente inaceptables y, por tanto, reprobables”, decía
también el documento del episcopado, preocupados por unas medidas que “pueden
generar en Venezuela una escalada de violencia”.
Al salir de misa, los que aplaudieron y los que no
se tuvieron que cruzar con las filas de gente que esperaban su turno para
comprar alimentos, los niños que estrenaban el domingo en la plaza con autitos de
juguete, y los ancianos que jugaban al dominó sobre mesas de cemento. Un día
antes, el Papa Francisco también les había dedicado unas palabras, aunque mucho
más ambigüas. “Sigo con viva atención cuanto está ocurriendo en Venezuela y en
Paraguay. Rezo por su población, muy querida para mí, e invito a todos a
perseverar sin cansancio, evitando toda violencia, en la búsqueda de una
solución política”, dijo haciendo referencia también a la tensión política que
provocó la semana pasada en Paraguay la aprobación de un proyecto de reelección
presidencial.
La postura de Francisco sobre Venezuela suele ser
menos clara que la de sus cardenales en el país caribeño. De hecho, muchos
creen que la intervención del Vaticano en los diálogos entre la oposición y el
gobierno le sirvió a Maduro para desunir a sus enemigos políticos, por el cruce
de criterios entre los opositores sobre la conveniencia de estar o no en esas
reuniones. Hasta que el TSJ falló contra el Congreso y unió otra vez a los
opositores y debilitó al gobierno.
Tras la concentración opositora del sábado, los
diputados de la MUD celebraron ayer una sesión extraordinaria. “Hacemos un
llamado a la sociedad civil a movilizarse este martes para apoyarnos en la
destitución de esos magistrados”, dijo el vice presidente del Parlamento,
Freddy Guevara, en referencia a los jueces que fallaron contra el legislativo.
Con una inflación de tres dígitos y sueldos que, en
el mejor de los casos, se actualizan una vez al año y en un porcentaje muy
inferior al de la suba de los precios, no es difícil encontrar venezolanos con
nuevos y peores hábitos alimenticios. Un vaso de agua y una arepa con margarina
(alimento a base de maíz y relativamente barato cuando no lleva relleno) se ha
convertido en el desayuno y cena de muchos profesionales como Jesús, joven
diseñador gráfico que dejó su trabajo en el gobierno porque pensó que con
clientes privados podría sacar algo más que el mínimo que percibía.
Con ese ingreso sólo compraba “un kilo de queso y
dos de carne”. “Me quedaba en ese trabajo por el seguro privado más que por el
sueldo”. Al principio le fue bien pero el impasse económico que vive el país ha
llevado a muchos de sus clientes a cerrar la empresa. Con los pocos que le
quedan le alcanza para un almuerzo normal y las dos arepas. “No me quejo porque
hay peores que yo”, dice.
PUBLICADO EL
03-04-2017
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