“El no sabe dónde está parado... Y los que están
alrededor, menos”. Un consultor, que participó en varias campañas electorales
del kirchnerismo, describía ayer la bruma de desconcierto que domina por estos
días -y hace ya desde hace meses-, el presente político de Daniel Scioli.
De paso, el encuestador confirma lo que se sabe o
supone: que el ex gobernador quiere ser candidato en la Provincia, que está
dispuesto a encabezar una lista o compartir fórmula con el/la que le impongan.
Desde una taquillera ex presidenta Cristina Kirchner a una más ignota
intendenta matancera Verónica Magario. Lo que venga. A lo Scioli.
Más allá de esa histórica amplitud, la duda es si
el ex gobernador está listo para una campaña que lo encuentra en una posición
inédita para su carrera pública -la deportiva, la farandulesca y la deportiva-:
sin medios amigos y sin recursos millonarios para sumar voluntades. Tampoco se
escuchan añoranzas a sus dotes de gestor. No hay reconocimientos de María
Eugenia Vidal a la herencia naranja ni se percibe ningún clamor popular por su
regreso.
El presente le devuelve a Scioli imágenes más bien
descoloridas y lo sorprende explicando acciones por las que nunca antes debió
rendir cuentas: desde amoríos juveniles y caros -¿con recursos públicos?- hasta
presuntos delitos como administrador. Si a algunos kirchneristas se los ve
cómodos y desafiantes cuando tienen que defenderse desde el llano opositor, al
ex gobernador se lo nota fastidioso y desubicado. Como si no quisiera o no
pudiera hacerse cargo de su nueva realidad.
Pasa con las estrellas cuando los bajan del cartel.
Suelen quedar pocos amigos.
PUBLICADO EL
17-03-2017
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POLÍTICA