Cuando Laurely se enteró de que iba a tener
trillizos, un grupo de apoyo en WhatsApp le sirvió de terapia. Superada la
depresión, ahora también es su principal herramienta para conseguir pañales y
leche en Venezuela.
En la aplicación de mensajería, junto a amigos y
familiares, Laurely revisa tres grupos varias veces al día. Uno se llama
"SOS Pañales". Otro "Trillizos y Más" y el tercero
"Múltiples".
En tiempo de crisis y desabastecimiento de
productos básicos en Venezuela, la economía colaborativa y el trueque se han
convertido en algo fundamental. Sobre todo para muchos padres.
"No nos conocemos entre nosotras", dijo
Laurely sobre el grupo "SOS Pañales", compuesto por 172 personas.
Hace pocos días fue rápida al contactar a otra
madre que ofrecía un paquete de 16 pañales. A cambio, entregará un bote de
leche de fórmula que no toman ya Cristian, Ricardo y Victoria, los trillizos de
casi dos años que junto a Ángel, de cinco, componen la familia numerosa.
"Que tengan diarrea es nuestra peor
pesadilla", comenta Jorge. No sólo lo dice por el problema médico, sino
por el logístico, por el gasto de pañales que supone.
Encontrar arroz, azúcar o harina de maíz es casi
imposible en los supermercados de Venezuela debido al desabastecimiento por el
descenso de la producción y por una reducción de importaciones gubernamentales
provocada, sobre todo, por la caída de los precios del petróleo.
El gobierno asegura que existe una "guerra
económica" por parte del sector privado y los países extranjeros.
Pero la situación es especialmente grave para
pañales o la leche de fórmula. Y es aún mayor fuera de Caracas.
La búsqueda
Es lunes y es el día que a Jorge le toca comprar a
precio regulado por su número de cédula. Son las 6:00 de la mañana y comienza
una ruta por los supermercados de Caracas.
Si no hay fila, es señal de que no hay nada a
precio regulado. El gobierno fija unos precios protegidos para productos
básicos, pero la gran demanda y escasa oferta los vuelve artículos de lujo a
los que es difícil acceder.
"¿Qué hay?", pregunta Jorge en una
farmacia donde unas decenas de personas esperan. "Detergente",
contesta la dependienta en la puerta con displicencia y cara de lunes. A su
lado, un joven de la Guardia Nacional con las manos en un fusil tampoco expresa
nada.
Jorge también encuentra sonrisas. Aunque sean
cínicas. En otro supermercado, el cajero ríe cuando le pregunta si hay o
llegarán pañales. La cuestión le resulta ingenua. "Hace 15 días llegaron
por última vez", le dice amable.
Jorge lleva bajo el brazo una carpeta con la
partida de nacimiento de los trillizos. Es requisito indispensable para acceder
a los dos paquetes a los que un papá o mamá tiene derecho. Cuando hay.
"Pero, mire, es que yo tengo trillizos",
argumenta Jorge con lógica. En ese caso, la respuesta que obtiene por parte del
gerente de la tienda es que el sistema no permite vender más cantidad. Quedará
a decisión del gerente y/o del guardia nacional que custodia el supermercado
ser o no flexible.
Laurely ha tenido experiencias encontradas. Un
militar le permitió llevarse tres botes de leche de fórmula, aunque eso le
costara los insultos de otros integrantes de la fila.
En otra ocasión, una soldado le negó la compra
porque sólo portaba las fotocopias de las partidas de nacimiento, no los
originales.
El sistema, que incluye un detector de huellas
dactilares, no contempla que unos padres con trillizos necesitan el triple que
los que tienen sólo uno.
3 en lugar de 5
Cuando supieron que estaban embarazados y de
trillizos, Jorge y Laurely recolectaron la mayor cantidad posible de pañales.
Ahora, estiran al máximo su uso. Si un niño suele usar 5 pañales por día, los
trillizos emplean 3 y si sólo hay orina se espera a que haya evacuación mayor.
Peor le fue la semana anterior. Regresó con apenas
una pastilla de jabón y muy frustrado. "Uno se pregunta si todo lo que ha
trabajado, estudiado, invertido en educación sirve para tener que estar una
mañana entera buscando para lograr una pastilla de jabón". "Es
humillante", dice. Ya se está planteando dejar Venezuela.
Jorge es ingeniero de sistemas, pero está
desempleado. La familia numerosa vive ahora de ahorros y del trabajo de
Laurely, que dirige una clínica de odontología.
Son profesionales que deberían integrar una clase
media o media-alta, pero a los que la crisis los ha golpeado.
"A veces espero que los niños acaben de comer
y me como lo que sobra", cuenta Jorge. Recuerda cómo con su primer hijo,
con Ángel, todo fue diferente. Hace cinco años ya se empezaba a ver la escasez,
pero se encontraba al final de todo.
Por unidad
La situación es aún más complicada para gente de
clases más populares. En el hospital Materno-Infantil del popular barrio de El
Valle, madres y parejas jóvenes aguardan su turno.
"Compramos pañales por unidad a 400
bolívares", cuenta un joven padre mientras sostiene al bebé de 6 meses al
que ya le dan leche completa con crema de arroz, algo desaconsejable porque su
estómago aún está en fase de formación.
Un bote de leche de fórmula puede alcanzar los
10.000 bolívares en los "bachaqueros", como se conoce a los
revendedores de productos.
Serían unos $10 al cambio del mercado negro. Un
salario mínimo en Venezuela es de 22.576 bolívares. Muchos también reciben un
ticket de alimentación de 42.480.
En el populoso barrio de Petare, donde se puede
encontrar de todo en la reventa a precios elevados, la leche y los pañales
están, pero se ocultan ante el temor a las autoridades, que tratan del combatir
el "bachaqueo".
Un buen negocio
Jorge entonces se desplaza a La Guairita, otra zona
de Caracas. En la acera, decenas de puestos de DVD pirateados esconden más
productos. Jason regenta uno de camisetas de fútbol de los mejores equipos
europeos. Pero si se le pregunta, también ofrece leche y pañales.
"Un bote de 900 gramos de leche a 10.000
(bolívares) y los pañales de 32 unidades a 15.000", informa y presume del
mejor precio de la zona.
Un paquete de 32 pañales cuesta a precio regulado
poco más de 700 bolívares. Barato, pero casi imposible de encontrar.
Por lo tanto, el negocio de los pañales para Jason
es mucho mejor que el de la venta de una camiseta falsa del Manchester United.
¿Quiénes son los "bachaqueros" que el
gobierno de Venezuela culpa de la escasez?
"¿Y cuántos paquetes puedes conseguir?".
"Los que quieras", dice. Jason no parece tener los problemas de
acceso que sufren Jorge y la mayoría de padres.
Jorge no compra. Prefiere seguir apostando al
trueque a través de WhatsApp, donde conocieron a Oriana, otra madre de
trillizos, que les ha regalado la ropa que ahora llevan Cristian, Ricardo y
Victoria.
Para los bebés no sirven los sustitutos
alimentarios que han ingeniado los adultos durante la crisis en Venezuela, como
cambiar la harina por la yuca.
Dar al bebé el agua donde se cocieron los spaghetti
con un poco de azúcar es una "solución" que dicen usar los más
humildes.
Para los pañales tampoco hay muchas alternativas.
Se reutilizan y se buscan los de tela lavables. La prima de Laurely le
recomienda por WhatsApp otra solución: "Yo tengo al niño todo el día
desnudo".
PUBLICADO EL 28/09/2016
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