Se celebra hoy en todo el país el día consagrado en
homenaje al maestro, como digno tributo nacional al luchador infatigable que
sostiene con nobleza el peso de muchos sacrificios, y de muchas injusticias.
De todos los días dedicados a un motivo especial,
ninguno tiene más simpática significación, ni expresa una mayor consagración de
verdad, que el Día del Maestro. Bien merecido tienen este paréntesis de halago
y de homenaje, en su rudo y penoso batallar, lleno de sinsabores y decepciones,
a pesar de que su obra encarna los destinos más altos del Estado.
El Día del maestro es una festividad en la que se
conmemora a las personas que hacen de la enseñanza su trabajo habitual, como
maestros y profesores.
En 1943, la Primera Conferencia de Ministros y
Directores de Educación de las Repúblicas Americanas, celebrada en Panamá,
propuso también una fecha unificada para todo el continente; eligiéndose el 11
de septiembre, aniversario del fallecimiento del estadista y educador argentino
Domingo Faustino Sarmiento. Dicha fecha ha continuado conmemorándose en la
Argentina, pero se ha abandonado en el resto del continente.
Generalmente se acepta que Domingo Faustino
Sarmiento centró la mayor parte de su esfuerzo gubernativo en la promoción de
la educación, aunque algunos historiadores afirman que dio al menos igual
importancia a la extensión de las comunicaciones en el país.
En cualquier caso, el impulso dado a la educación
bajo el ministerio de Nicolás Avellaneda fue notable. Mediante la Ley de
Subvenciones de 1871 –que asignaba a la educación pública las herencias sin
sucesión directa y un octavo de las ventas de tierras públicas– garantizó los
fondos para la creación de nuevas escuelas y la compra de materiales y libros.
Durante su mandato, y con apoyo nacional, las provincias fundaron unas 800
escuelas de primeras letras, alcanzando a un total de 1816 escuelas, de las
cuales el 27% eran privadas; la población escolar se elevó de 30.000 a 110.000
alumnos.
A fin de garantizar la educación primaria, trajo
desde los Estados Unidos 61 maestras primarias; creó las primeras escuelas
normales, tomando como ejemplo la Escuela Normal de Paraná, fundada en 1870.
Subvencionó la primera escuela para sordomudos, que era privada.
Continuando con la política de su antecesor, fundó
los Colegios Nacionales de La Rioja, Santa Fe, San Luis, Jujuy, Santiago del
Estero, Corrientes y Rosario.
Fundó escuelas de arboricultura y agronomía en San
Juan, en Mendoza, y más tarde en San Miguel de Tucumán y Salta.
En ese mismo año propició la creación y el
desarrollo de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP), que
hasta la actualidad fomenta el fortalecimiento de las bibliotecas populares en
tanto organizaciones de la sociedad civil e impulsa su valoración pública como
espacios físicos y sociales relevantes para el desarrollo comunitario y la
construcción de ciudadanía. En la capital fundó la Biblioteca Nacional de
Maestros.
Una de sus primeras decisiones fue realizar una
Exposición de Artes y Productos Nacionales, que finalmente fue realizada en
1871 en la ciudad de Córdoba. La gente tomó este proyecto como una locura, pero
terminó siendo un gran éxito. En ella se promovieron tejidos, curtiembres,
fundiciones, tintorerías, y productos agropecuarios; todos de distintas
regiones del país.
Durante su visita a la exposición Sarmiento ostentó
un traje de vicuña elaborado con telas nacionales y recibió además en premio
una medalla por haber introducido el mimbre en el país.
También se promocionó abundante maquinaria agrícola
e industrial disponible para importar. Esta exposición inició la preocupación
por las ciencias básicas, y de ese impulso surgieron la Academia de Ciencias de
Córdoba –dirigida por el botánico alemán Germán Burmeister– y el Observatorio
Nacional de Córdoba, dirigido por el astrónomo norteamericano Benjamín Gould.
En la Universidad Nacional de Córdoba se creó la
Facultad de Ciencias Exactas, Física y Naturales, que dictaba la carrera de
ingeniería. Por su iniciativa se crearon en la región cuyana las cátedras de
mineralogía en los Colegios nacionales de Catamarca y de San Juan, que se
convertirían en 1876 en la Escuela de Ingenieros de San Juan.
PUBLICADO EL 11/09/16
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