La gratitud de miles de personas hacia los soldados
que pelearon en las islas en 1982 se
sintió ayer en Avenida del Libertador. Hubo unos 3.000 veteranos, entre civiles
y militares.
“¡¡¡Graciaaas!!!”, grita María Constanza, primera
línea de ovación contra las vallas que delinean este desfile militar que mide
unas veinte cuadras, algo más de tres horas, diecisiete bandas musicales, más
de cuatro mil efectivos de las fuerzas armadas y de seguridad, y unos tres mil
veteranos de la Guerra de Malvinas, entre civiles y militares que se
autoconvocaron y fueron incluidos en la celebración.
María Constanza no había nacido cuando su papá,
Luis Martella, murió a los 22 años, el 12 de junio de 1982, en el monte Dos
Hermanas, cerca de Puerto Argentino. Ayer fue una de las decenas de miles de
personas –el Ministerio de Defensa calculó 600 mil, aunque la cifra parece
exagerada– que aplaudieron y gritaron “Héroes”, “Valientes” y “Gracias” a
quienes combatieron en las islas, en el que fue el momento más emotivo del
cierre de los festejos del Bicentenario de la Declaración de la Independencia.
“Si nos quedaba una herida, este reconocimiento de
la sociedad la curó”, decía ayer Mario Juárez, que tenía 25 años cuando
combatió. Marcelo Llambías, que tenía 19 años cuando fue a Malvinas, sostuvo:
“El reconocimiento de la gente fue un momento cúlmine”.
“Es la primera vez en 34 años que los veteranos de
Malvinas somos convocados oficialmente para desfilar en un evento tan masivo.
No fuimos tenidos en cuenta para los festejos del Bicentenario en 2010”, contó
Lautaro Jimenez Corbalán, que fue a las islas con 19 años. De hecho, durante
las celebraciones de 2010 se llevó a cabo un desfile militar, pero los ex
combatientes no fueron invitados: una veintena de ellos se metió en la Avenida
9 de Julio y mostró al palco oficial una bandera que rezaba “Gloria a los 649
héroes de Malvinas”.
Esa bandera marchó ayer por Libertador: un
sobreviviente del hundimiento del crucero General Belgrano era uno de los que
la llevaban. “Los sucesivos gobiernos decidieron no hablar de Malvinas: allí se
perdieron 649 hombres y entre 1983 y 1997 se quitaron la vida otros 700; con el
reconocimiento de hoy empieza una nueva etapa”, reflexionaba Segundo Valdez.
“¡Viva la patria!”, les gritaron, y el
agradecimiento del público se multiplicó a lo largo de todo el recorrido. Sin
embargo, entre los veteranos que desfilaron no abundaban los que fueron
trasladados a Malvinas mientras cumplían el servicio militar: “No desfilamos
con torturadores. Hay 123 oficiales denunciados ante la Corte Interamericana de
Derechos Humanos por estaqueos y torturas, y hasta que la Justicia no se
expida, no vamos a compartir ninguna convocatoria”, afirmó Mario Volpe,
presidente del Centro de Ex Combatientes de Islas Malvinas de La Plata. El
rechazo a la convocatoria se replicó en entidades de Rosario, Corrientes, y
distintos partidos del conurbano bonaerense.
Quienes sí desfilaron fueron once orquestas
marciales internacionales: hubo músicos de Marruecos, Estados Unidos, Uruguay,
Bolivia, Italia y España, entre otros países. Y siete bandas de instituciones
argentinas: Gendarmería Nacional, la Policía Federal y la Sinfónica del
Ejército Argentino fueron algunos ejemplos. El trámite se hizo largo: entre una
banda y la otra podía haber más de una cuadra de distancia y el público, por
momentos, pareció aburrido. Sólo la “Marcha de San Lorenzo”, ejecutada varias
veces y siempre aplaudida, parecía sacarlos del letargo de la primera parte del
desfile.
Todos los músicos pasaron delante del palco oficial
que encabezaron el ministro de Defensa, Julio Martínez, y la ministra de
Seguridad, Patricia Bullrich. Y todos entraron al Campo Argentino de Polo, que
tenía sus 15.000 asientos ocupados y varios centenares de espectadores de pie.
El repertorio adentro del estadio fue variado: desde “Libertango”, de Astor
Piazzolla, ejecutado por los chilenos, hasta “O sole mío”, a cargo de los
italianos, pasando por los músicos estadounidenses, que se sirvieron de una batería
y un teclado para que no le faltara jazz al evento.
La marcha militar “Avenida de las Camelias”, usada
reiteradamente por la última dictadura, fue la primera de las canciones en el
Campo de Polo, donde también se entonó el Himno Nacional. Unos minutos antes de
que todo el estadio lo cantara, había llegado en helicóptero Mauricio Macri. El
presidente había anunciado por Twitter que no participaría, aduciendo que
estaba “cansado por la extenuante gira y actos”. Sin embargo, y en medio de
masivas críticas por el “faltazo”, fue al predio de Palermo. “¡Sí, se puede!”,
cantaron varios simpatizantes oficialistas cuando se asomó al palco oficial
junto a Marcos Peña, su jefe de Gabinete. Apenas vio a Macri, una mujer que se
abría lugar entre los que habían quedado parados, dijo: “Es mi ídolo, salió de
la cama y vino”. “Todos salimos de la cama y vinimos”, respondió otra mujer.
En el pasto en el que usualmente brillan Adolfo
Cambiaso y Facundo Pieres, un soldado boliviano bailaba un carnavalito, decenas
de militares italianos divertían al público con la clásica “Funiculì,
funiculà”, y la “Marcha de San Lorenzo” volvía a poner “al gran Cabral” en boca
de miles. Afuera, un ex combatiente de Malvinas preparaba locro y lo vendía a
100 pesos por porción. “El desfile es un gesto noble, pero algunos veteranos
todavía nos las rebuscamos como sea”, dijo
PUBLICADO EL 11/07/16
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