El tribunal de la Cámara Segunda en lo Criminal de
Cipolletti empezó a juzgar hoy a un hombre, a quién se le atribuyen tres hechos
delictivos que quedaron configurados bajo la figura de “abuso sexual con acceso
carnal en forma reiterada agravado por haber sido cometido a un menor de 18
años y aprovechando la situación de convivencia, en concurso ideal con
promoción de corrupción de menores agravada por ser menor de 13 años y
aprovechando la situación de convivencia”.
Una de las víctimas víctima, ahora de 23 años, relató
que sus padecimientos comenzaron cuando ella era una niña de 7 años. En uno de
los episodios que describió hoy también mencionó como víctima a su hermano, que
en ese momento tenía 12.
El tribunal está presidido por el camarista César
Gutiérrez Elcarás e integrado por Guillermo Baquero Lazcano y Florencia Caruso.
El fiscal es Marcelo Gómez y también interviene el abogado Iván Chelía en
representación de la querella, que es la propia víctima. El defensor del
procesado es Juan Pablo Piombo, de la Defensoría Pública de la Cuarta
Circunscripción.
Durante la jornada de hoy se presentaron como
testigos la víctima, su padre y su madre. Mañana continúa el juicio con el
testimonio del hermano de la víctima, del chico que por entonces era su novio y
de una amiga.
En la indagatoria el imputado se abstuvo de
declarar aunque sí aportó sus datos personales. Dijo que tiene 61 años, que es
divorciado con tres hijos mayores y que actualmente vive en un hogar de
tránsito en la ciudad de Buenos Aires.
Al acusado se le imputan tres hechos ocurridos en
los años 2002, 2005 y 2011. Todos ocurrieron, presuntamente, en los domicilios
que el procesado mantuvo en Cipolletti.
La víctima hizo un extenso relato. Indicó que el
acusado conocía a su padre de la iglesia del barrio Del Trabajo. Lo describió
como un hombre alcohólico y además dijo que se drogaba, que tenía un arma de
fuego y que miraba pornografía.
Luego de una detallada y cruda descripción, la
víctima dijo que el acusado afirmaba que lo ocurrido era un “secreto entre
ellos” y que debía guardar silencio si no quería que le pasara nada malo a su
familia. La víctima sabía que el imputado tenía un arma de fuego porque en una
de esas oportunidades él se la había mostrado.
Según la víctima, el imputado le decía a su padre
que la “quería como a una hija” y se quejaba de la soledad porque sus hijos ya
estaban grandes y hace tiempo que no convivían con él. A la víctima le compraba
golosinas, le daba dinero y le hacía regalos.
La joven dijo que el imputado se la llevaba a su
casa “siempre los fines de semana y a veces durante la semana”. También la
visitaba en los recreos de la escuela. Tras contar el calvario, pasaron dos
años sin que ocurriera nada y después el imputado volvió a Cipolletti y la
contactó nuevamente, retomando el acoso.
El padre de la víctima, que declaró en segundo
lugar, dijo que conocía el imputado desde el año 1997 o 1998. Indicó que lo
conocía “de la Iglesia del padre Rueda en el barrio Del Trabajo” y que los unía
una gran amistad. Dijo que tenía mucha confianza en él, a pesar de su
alcoholismo. Manifestó sentir un dolor “muy grande” por lo que había ocurrido y
pidió Justicia.