El encuentro con Bélgica no
separa a la Argentina de la gloria, pero tampoco será una estación más. El
plantel de Alejandro Sabella vino a Brasil a reconquistar honores y figuración,
por eso el cruce de esta tarde marcará el destino del equipo. Un partido para
descubrir fronteras y auscultar no sólo el nivel futbolístico, sino también la
personalidad. Vale el concepto: para la selección será una final, aun sin la
recompensa de la Copa.
La Argentina está frente a uno de
los exámenes que vino a buscar. Detrás del triunfo la retribución es colosal
porque hace 24 años que no pisa las semifinales de una Copa del Mundo. El marco
realza la magnitud del duelo, que comenzará a las 13, rodeado de la fascinante
arquitectura de Brasilia. La Argentina tendrá otra oportunidad para restaurar
su obra, y si no lo consigue en los 90 minutos, media hora de tiempo extra
prolongará el suspenso. O será cuestión de encontrarse en los penales.
El apretado éxito sobre Suiza no
despejó las dudas que acompañan desde el debut, pero la clasificación al club
de los ocho sí actuó como un baño de confianza en un instante crucial del
torneo. Como viene ocurriendo, el seleccionado afrontará el desafío de estar
más a la altura de las expectativas que de los antecedentes. Sabella aceptó que
el inconformismo nace en él: "Más allá de que ganamos los cuatro partidos,
todavía no jugamos como podemos jugar". Buena autocrítica, pero ya es
momento de ofrecer una clara evolución. Messi y la providencia no pueden
oficiar siempre de ángeles guardianes. La Copa exige más argumentos.
Sabella renovará la apuesta con
el esquema 4-3-3, con un delantero con más obligaciones. Pendiente de
disfrazarse de volante, mantendrá a Lavezzi pese a haber sido muy elogioso con
Palacio. Acierta Sabella en no desarticular el ataque porque ahí sigue anclada
la esperanza. Las variantes aparecerán en el fondo, donde Basanta sustituirá al
suspendido Rojo y la selección perderá salida y arrojo por la izquierda. En el
otro cambio Sabella decidió hundir el bisturí y prescindir de uno de sus
soldados, Federico Fernández, que tras su mal desempeño con Suiza había quedado
bajo la lupa. Ingresará Demichelis y, quizá, al zaguero del City se le abra una
ventana para vengar su olvidable Sudáfrica 2010.
La otra pieza discutida, Gago, un
eje creativo ausente que no abastece de fluidez ni de claridad al corazón del equipo,
sostendrá su lugar. Sabella le dará una oportunidad más, impidiendo conocer el
potencial del plantel que trajo, la profundidad de un banco de suplentes al que
prácticamente no ha echado mano. El paso albiceleste por el certamen sólo
parece responder al mandato de 13/15 futbolistas.
La Argentina está parada frente a
un umbral histórico. El Mundial ya ingresó en esa innegociable etapa que no
rescata al desdichado. Cada vez hay menos lugar, justo cuando Brasil 2014
empieza a ser asunto de unos pocos. La selección se siente en buena forma, con
estrella. Sumó créditos anímicos que pueden volverse vitales en estos choques
que son los que legitiman las pretensiones.
Pese a su flaco rendimiento en el
torneo, volverá a ser favorita aunque enfrente tendrá al rival más peligroso de
un recorrido que siempre se calificó de accesible por ventajas logísticas y la
potencialidad de sus oponentes. Chocarán dos envases diferentes, con
velocidades distintas porque Bélgica crece desde su dinámica, pero con tanto
poder de fuego en cada artillería que cuesta imaginar un partido sin goles.
El DT Wilmots confía en la
formación más joven de la Copa. Pero ambiciosa, que llega con cuatro victorias
al hilo y el sostén estadístico de ser el conjunto que más ha rematado al arco,
aunque con poca eficacia porque sus juegos sólo los ganó por un gol de
diferencia. Bélgica muestra recursos ofensivos y algunas debilidades defensivas
cuando marca en línea. Y en un Mundial de grandes arqueros, cuenta con Thibaut
Courtois, el muro de Atlético de Madrid. Da oportunidades, esencial para la
Argentina que no sabe procurarse los espacios, pero que carga con pólvora sus
avances cuando encuentra hendijas.
La selección no tendrá que
regalar desatenciones porque Bélgica se despliega desde la proyección de los
laterales y la rotación del eje medular. Fellaini y De Bruyne construyen, pero
al mismo tiempo se abren camino al gol. Hazard es un atrevido del que aún se
espera más. Y Origi es el faro. Quedan Mertens y Lukaku como confiables
opciones, porque ya han ganado partidos saltando desde el banco. Bélgica es
irrespetuosa y algo inestable. Pero enfrente estará Messi y algún recaudo
tomará Wilmots, que pondría a Steven Defour para hacerle sombra.
Casi en el último cuarto de siglo
el archivo de recuerdos es impiadoso. Siempre vuelve y no discrimina entre
culpables y herederos. Estos jugadores saben que la memoria colectiva
exclusivamente distingue a los ganadores y por eso, de una buena vez, quieren
pertenecer a ese círculo de inolvidables. Contra Bélgica abren un mini torneo
que imaginan de tres fechas, y el primer paso es espantar los fantasmas de hoy
y derribar la muralla de los cuartos de final que viene desde lejos.
Simbolizaría una huella de evolución. Detrás se esconde un premio inmenso.
Reparador, en muchos sentidos..
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