‘Ser padre se ha convertido en un
trabajo muy demandante. Muchos padres se involucran más de la cuenta en la
educación se sus hijos y se convierten en "hiper" padres, presentes
en cada frente: asegurando un desayuno balanceado, actividades
extracurriculares, ayuda con los deberes escolares…’, opina la escritora
francesa Corinne Maier. Más allá de las diferencias que surgen en la realidad de los distintos países
y continentes, algunas facetas son iguales en todas partes.
Vivimos en una sociedad
obsesionada con los niños. Un hijo es considerado garantía de felicidad,
desarrollo personal e incluso status social.
A aquellos que no son padres o
madres se les describe como egoístas. Están bajo sospecha de ser malos
ciudadanos. Muchos de ellos sienten la presión de justificarse: "No puedo
tener ninguno, pero amo a los niños".
‘Estoy fuertemente en contra del
lavado de cerebros y del pathos. Es hora de dejar de vender la idea de que los
bebés producen un hechizo de felicidad. ¡Basta de esta gran ilusión!’, dice
Maier.
‘En estos días, es imposible
expresar la experiencia personal de la maternidad en otros términos que no
sean: "Soy una madre (o un padre) dichoso, mis hijos son mi alegría".
Es obligatorio encontrar placer en la maternidad. En mi experiencia, la
realidad es muy diferente: criar a un hijo es 1% de felicidad y 99% de
preocupación’.
‘Ser padre se ha convertido en un
trabajo muy demandante. Muchos padres se involucran más de la cuenta en la
educación se sus hijos y se convierten en "hiper" padres, presentes
en cada frente: asegurando un desayuno balanceado, actividades extracurriculares,
ayuda con los deberes escolares…’
‘Yo estoy perfectamente
consciente de cuán involucrada estuve (muy involucrada, de hecho) y como me
convertí, lo quisiera o no, en el estereotipo de una madre judía. Eso produce
niños hipercontrolados e hipervigilados. Me pregunto cómo ellos se las
arreglarán un día para convertirse en adultos’.
Formando pequeños consumidores
¿Por qué toda esta presión
alrededor de la natalidad? La respuesta, por supuesto, es proporcionar un
número cada vez mayor de pequeños consumidores, que nunca se fatigarán de un
capitalismo que necesita vender cada vez más productos. Es en el nombre de los
hijos que los padres compran autos, lavadoras, casas y demás artefactos.
Los hijos cuestan una fortuna. En
este punto en particular, extrañamente, hay muy pocos datos disponibles en
Francia, aunque no hay escasez alguna de estadísticos profesionales. Los
españoles, que son más pragmáticos, creen que desde el nacimiento hasta la
adultez, los niños cuestan a la familia entre 98.000 y 300.000 euros cada uno.
Esa es, al menos, la cifra que maneja una organización de consumidores
respetada.
Criar a mis hijos no solo me dejó
exhausta, sino en bancarrota también. Pronto mi hija terminará sus estudios.
Tendré una gran fiesta ese día. Finalmente no tendré que encargarme de ella:
¡qué alivio! ¡Y que ahorro!
¿Por qué nos dicen constantemente
que "los niños son nuestro futuro"? Es precisamente porque no estamos
seguros de tener un futuro. Nuestra pasión por los niños está ligada a nuestra
creciente preocupación por el futuro de la humanidad. Bienes que se agotan,
recursos naturales cada vez más contaminados… ¿en qué mundo devastado viviremos
mañana? ¡Y pensar que hemos renunciado al intento de cambiarlo!
Niños, bienvenidos y buena suerte
a todos mientras se abren camino en este mundo podrido que sus padres, quienes
los aman mucho, les han dejado. Pasaron tanto tiempo cuidándolos que no
tuvieron tiempo de transformarlo. Se dieron por vencidos, renunciaron, colgaron
los guantes. "El niño es lo más importante". Nos perdonarán, verdad.
PUBLICADO EL 12/12/2016
POR INFOALLEN –MAIL: noticias@infoallen.com.ar